Las moscas de la fruta macho privadas de sexo consumen alcohol en exceso si se las compara con ejemplares también macho que han satisfecho sus necesidades sexuales. Una pequeña molécula en el cerebro del insecto, el neuropéptido F, gobierna tal comportamiento.

Gentileza: MSc Danilo Fernandez http://www.youtube.com/watch?v=sH9Xjk28cZ0&feature=player_embedded

SHOHAT-OPHIR G., KAUN K. R., AZANCHI R., HEBERLEIN U. « Sexual Deprivation Increases Ethanol Intake in Drosophila ». Science [En ligne]. 16 March 2012. Vol. 335, n°6074, p. 1351–1355. Disponible sur : < http://dx.doi.org/10.1126/science.1215932 >

 

La conducta de las moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) macho tras un fracaso en sus relaciones sexuales parece salida de un drama cinematográfico. Si la hembra no cede a sus insinuaciones sexuales, optan por mojar sus “penas” en alcohol. Tal comportamiento tiene una explicación científica: la privación de la cópula disminuye la concentración de un neurotransmisor que es clave en el sistema de recompensa cerebrales de este insecto, lo que provoca que el etanol le resulte más apetecible; incluso lo consume en exceso, según acaban de comprobar científicos de la Universidad de California en San Francisco.   La molécula responsable de dicho comportamiento en la mosca de la fruta macho es el neuropéptido F (NPF): si sus niveles varían, también se altera el comportamiento del insecto. Dicha molécula, por otra parte, posee un equivalente en los mamíferos: el neuropéptido Y (NPY).  Este también manifiesta efectos en los sistemas cerebrales de recompensa de los humanos. Su función es regular la ansiedad, el sueño, la motivación sexual y hasta el consumo de alcohol.

En el laboratorio

Conocedores de que el ambiente y los factores sociales influyen en el consumo de drogas de las personas, los autores del estudio decidieron reproducir el fenómeno en la  mosca Drosophila melanogaster, cuenta Ulrike Heberlein, una de las autoras.

Para ello, los científicos sometieron a un total de 24 moscas de la fruta macho a dos situaciones distintas. La mitad de los insectos se acompañaron de 20 ejemplares hembra listas para aparearse, cifra que permitía a cada macho copular con varias hembras. La otra mitad de las  Drosophila macho se colocaron junto a hembras que ya se habían apareado, por lo que rechazaban las insinuaciones sexuales de sus nuevos pretendientes.

Después de cuatro días de apareamiento repetido o de rechazo, las moscas macho fueron trasladados a recipientes nuevos, los cuales contenían alimentos, con o sin un 15 por ciento de etanol. Cada mosca podía elegir qué prefería comer. Los científicos midieron las cantidades ingeridas en cada caso.  Los resultados fueron explícitos: los machos “rechazados” mostraron una preferencia mayor por los alimentos con alcohol. Por otra parte, los científicos analizaron si darse a la bebida era consecuencia del rechazo o de la falta de cópula: comprobaron que la falta de sexo elevaba el consumo de alcohol de las moscas.

En opinión de los autores, si el NPY resulta ser el transductor entre el estado de la psique y el abuso del alcohol y las drogas, podrían desarrollarse terapias para inhibir los receptores de dicho neuropéptido. “Podría ser que ante experiencias sociales negativas los niveles de NPY en humanos disminuyan y se potencien conductas que intenten restablecerlos”,  explica Galit Shohat-Ophir, uno de los autores y hoy en el Instituto Médico Howard Hughes.  De hecho, se sabe que ello sucede en estados de tristeza o de depresión, no obstante, se desconoce por ahora si  es causa o efecto. Hoy por hoy se llevan a cabo ensayos clínicos para estudiar la posibilidad de modular el NPY en pacientes con depresión, trastornos del ánimo u obesidad.