Ñacunday es más que un área protegida

“Las estrellas tiemblan de estupor y de miedo. Ellas no consiguen  entender como sigue dando vueltas, todavía vivo, este mundo nuestro, tan fervorosamente dedicado a su propia aniquilación. Y se estremecen de susto, porque han visto que ya este mundo anda invadiendo otros astros del cielo” Eduardo Galeano

 

El Parque Nacional Ñacunday se encuentra albergando un contingente importante de ciudadanos paraguayos  sin tierras, a la espera de un destino mejor para su familias. Sin embargo este conflicto de difícil solución, en tiempo y espacio, ha involucrado a un área protegida de bosque que puede sufrir daños irreparables, en un país que solo le queda en su región oriental  un 7,3% de su cobertura boscosa original.

Las poblaciones rurales que viven en condición de pobreza  dependen del ecosistema y sus servicios, por lo tanto son más vulnerables a su degradación. La calidad de sus productos depende de la marginalidad en que viven estas poblaciones, por la escasa economía local y por los determinantes socio económicos que prevalecen. Alimentos, infraestructura y vivienda dependen del ecosistema. Una degradación de los sistemas naturales lleva a las poblaciones humanas a la marginalización y al uso indiscriminado de los recursos, por lo que se potencian los niveles de pobreza y la destrucción de los sistemas naturales en forma indefectible. Es por eso que Ñacunday es más que un área protegida

Una explotación desmesurada del ecosistema, aumenta los niveles de contaminación y capacidad fértil  del suelo y del agua. Uno de los claros ejemplos del uso desmesurado de los recursos naturales es el proceso de deforestación sufrido en el país desde los años sesenta. La  cobertura boscosa en la región oriental en 1945 era de unos 8.8 millones de hectáreas, lo que corresponde a un  53 % de la superficie de la región; para el año 1965 este porcentaje bajaba al 44 %, en 1975 alcanzo el 34.4 % y para el año de 1985 era 24.6 %. Actualmente nuestra cobertura boscosa estaría en torno a 2 millones de hectáreas, el equivalente al 13% de la superficie, correspondiendo a bosques no degradados 1.16 millones de hectáreas (7.3%) y el resto a bosques que ya se encuentran degradados. A pesar de esta drástica reducción de la superficie boscosa, la región oriental sigue siendo la principal fuente de leña y carbón para comunidades rurales. Del total de 300 especies arbóreas, se explotan comercialmente 15, 7 son sobre explotadas y 12 se encuentran en peligro de extinción.

Es por demás preocupante la situación de nuestra biodiversidad, así como también la situación de pobreza y marginalización en que viven  poblaciones rurales de nuestro país, vulnerables en su bienestar físico y mental, por lo que no podemos estar ajenos  a este desequilibrio entre ambiente y poblaciones humanas. Exhortamos a los tomadores de decisiones en políticas publicas que den un lugar digno para  estos contingentes poblacionales desposeídos de nuestro país cuyo bienestar es un derecho, y establezcamos las distancias ecológicas necesarias para evitar pérdidas irreparables en Ñacunday, que no es más que un pulmón de naturaleza de todos, principalmente de los propios carperos.